El Dungeon de la Abuela
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Objetivo: matar a Marco Estrada

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27072010

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Eran las diez menos diez de la noche y los dos coches salían del garaje de la casa de Pieterson. No debían llegar excesivamente puntuales. Primero iba Baldric, acompañado de la putita de turno, en su flamante Tigra descapotable color aguamarina. Luego, inmediatamente después, Sandman, Yihad y el propio Pieterson, montados en una gran berllina negra. Cathy, como era habitual, ya entraría por sus propios medios.

En pocos minutos llegaron a la residencia barcelonesa de Marco Estrada, lugar en el cual se celebraba la fiesta. Ciertamente tenía casas en varios lugares, pero la mansión de la Bonanova era la más espectacular. Tenía un jardín enorme, lleno de árboles, una gran piscina en la parte de atrás y dos pistas de tenis. La casa era muy grande, presidida por un gran porche y un salón ricamente decorado con obras de arte contemporáneas. Allí era donde se acumulaban gran parte de los invitados, pese a que algunos desafiaban el frío y estaban charlando en reducidos grupos delante de la puerta principal. Unas escaleras hechas de metal negro conducían al piso superior, el cual conocía bien la gangrel ya que se había infiltrado la noche antes.

El convoy llegó pasados diez minutos de las diez de la noche a la puerta principal. Una reja metálica era el único acceso a la mansión, que estaba rodeada por los cuatro costados por un muro de piedra. El personal de seguridad comprobó sus invitaciones y, sin más problemas, accedieron a la casa por el camino de piedra que rodeaba el jardín y que terminaba en una elegante fuente de piedra. Desde el coche, Vinny intentaba estudiar el medio táctico. Vio que había una sospechosa ausencia de guardas de seguridad, ya que al margen de los dos de la entrada y de uno más en la puerta de la casa no había visto a ninguno otro. Una caseta de pequeñas dimensiones quedó a su derecha y un poco más allá, varios coches aparcados.

Baldric y su acompañante continuaron hacia la zona donde estaban aparcados los vehículos, a uno de los lados de la casa, mientras que Vinny detuvo el coche justo frente a la puerta principal y, ejerciendo su papel de chofer, se bajó del vehículo y abrió la puerta posterior de donde salieron Pieterson y Yihad cogidos del brazo. El nosferatu había elegido esta vez una figura femenina, haciéndose pasar por la acompañante de Jean. Ataviado con un vestido de mujer de color rosa y de corte oriental, y con un velo de seda, Yihad aparentaba a ojos de todos los presentes ser una atractiva mujer de rasgos hindúes, y se paseaba cogido del brazo del ventrue, que vestía un elegante traje oscuro italiano de lana fría y una corbata verde pistacho a juego. Pese a no pasar en absoluto desapercibidos, si que lograron pasar inadvertidos y mantuvieron ocultos tanto su monstruosa naturaleza como sus propósitos.

Poco después entró Baldric en loor de multitudes, vestido con un traje blanco de Hugo Boss y con la rubia neumática cogida del brazo, recibiendo felicitaciones y repartiendo saludos. Ciertamente, como corresponde a un toreador, Baldric estaba en su salsa en cualquier tipo de acontecimiento social. Todo lo contrario que Vinny, que se quedó fuera de la casa apoyado en el coche, alerta, fumando un pitillo.

Una vez en el salón, Baldric envió a su acompañante a por bebidas, momento que aprovechó para buscar a Jean y Yihad. Buscaron por toda la sala, pero el anfitrión no había hecho acto de presencia aún. En esa casa se había dado cita lo más selecto de la sociedad civil barcelonesa: políticos, hombres de negocios, intelectuales… Miraras por donde miraras todo eran rostros conocidos. Entre la multitud, Baldric distinguió a un viejo conocido, Martí Ellman. Este no se encontraba en el Karme como era habitual y que había sido también invitado a la fiesta. Baldric se separó del grupo y cruzaron unas breves palabras, momento justo en el cual Estrada apareció, sonriente, descendiendo las escaleras con una copa de Don Perignon alzada en su mano derecha.

De manera sutil, Pieterson y los demás intentaron acercarse sin levantar sospechas al anfitrión, que se encontraba repartiendo saludos entre sus invitados.

- Buenas noches, señor Estrada - dijo Baldric encantador estrechándole la mano amigablemente – bonita casa, una fiesta magnífica.
- Gracias, señor Svens, encantado de conocerle. Me han hablado muy bien de su trabajo. Espero poder ir a verle próximamente. – dijo Estrada de manera cortés y educada.
- Me encargaré de que reciba unas invitaciones. Permítame presentarle a un amigo, el señor Pieterson, y su esposa. – dijo Baldric, al tiempo que con la mano señalaba al ventrue y a Yihad.
- Mucho gusto, señor Pieterson – dijo educadamente Estrada sonriente, al tiempo que le alargaba la mano para saludarlo.
- Encantado, señor Estrada. Tenía muchas ganas de conocerle. – dijo Pieterson con su habitual tono serio, orgulloso y majestuoso. – Estoy muy interesado en el campo de negocios que usted trabaja. Me gustaría hablar en privado, ya que creo que podríamos llegara a acuerdos muy provechosos para ambos.
- Me encantaría, señor Pieterson, pero lamentablemente esta noche no será posible. Me quedan aún muchos invitados por saludar… de todas maneras déjele su número de teléfono a mi asistente y me pondré personalmente en contacto con usted el lunes por la mañana. – respondió excusándose.

Fue en ese momento cuando Yihad protagonizó una de sus excentricidades. Después de esta conversación y mientras Estrada aún estaba delante de ellos, Yihad le preguntó a Pieterson: “¿Le disparo ya o esperamos un rato?”. La normalmente impasible cara del ventrue pasó en cuestión de segundos de su expresión altiva, seria y soberbia habitual a la de la más completa incredulidad. Abrió los ojos como platos mientras a su lado, Baldric derramaba parte del trago de champagne que degustaba. Estrada se giró y miró fijamente a los ojos de Yihad, quien miraba a unos y a otros como si dada fuera de lo corriente hubiera sucedido.

Pieterson estuvo rápido de reflejos y se disculpó ante el anfitrión, aludiendo que su esposa era hindú y que todavía no dominaba perfectamente el idioma. Estrada se alejo mirando de reojo, no tanto porque sospechara de sus invitados sino con un cierto recelo de gente tan extraña, preguntándose para sus adentros quien demonios había invitado a esos personajes.

- Señor Estrada, tengo entendido que posee una gran colección de arte. Yo soy un amante de la pintura moderna – dijo Baldric intentando por un lado reestablecer el hilo conductor y, por otro, quedarse a solas con el ghoul - ¿Qué le parece si me la muestra y la comentamos degustando una copa de coñac?
- Lo siento, señor Sven – se excusó Estrada, esta vez no con tan buenas maneras – hable con mi asistente y acérquese una tarde por aquí y hablaremos de lo que desee. Ahora tengo mucha gente a la que atender.

Después de estas palabras, Estrada se perdió entre la multitud que llenaba el salón y el mayordomo, un individuo bajito y serio se interpuso entre el excéntrico toreador y su victima. Dos metros por detrás, Pieterson aún no había salido de su asombro, mientras Yihad, aún bajo la apariencia de princesa hindú, miraba como si nada la decoración. Poco después, un miembro de la seguridad se acercó a su jefe y tras comentarle algo al oído, Estrada cogió ágilmente rumbo al piso superior.

Fuera, Vinny apuraba las últimas caladas de otro cigarrillo. Estaba inquieto. Por un lado sabía que tenía que respetar el plan, que no debía hacer nada más que esperar por si había problemas. No era muy inteligente que digamos romper la unidad y ponerse en su contra a los pocos vampiros de la Camarilla que había en Barcelona. Al fin y al cabo, era un neonato recién llegado a la ciudad. Aun que le jodiera, debía guardar la disciplina por el momento. Por otro lado se sentía inútil ahí apoyado en el capó del A6 negro de Pieterson, mientras toda la acción se desarrollaba en el interior de la casa. Tiró la colilla al suelo y la apagó pisándola al tiempo que se encaminaba sigilosamente al corazón del jardín. Desde donde estaba hasta el muro debía haber unos cincuenta metros, y a medio camino la caseta. Avanzó cuidadoso, mirando a izquierda y derecha para asegurarse que nadie lo observaba, hasta la ventana de la casa del jardín. Miró y en su interior vio que todos los miembros de la seguridad de Estrada estaban ahí dentro, alerta por si alguna cosa sucedía observando las imágenes que llegaban a los monitores procedentes de las cámaras de seguridad. Debía haber una docena de hombres, demasiados para liquidarlos sutilmente.

Justo en ese momento sucedió algo inesperado. De la puerta principal salió corriendo una persona y gritando despavorida que había un monstruo en la casa. El que salía corriendo era el mayordomo de Estrada. El monstruo, era Baldric, quien en una torpe maniobra se había excedido a la hora de intimidar al asistente y le había mostrado por un instante su auténtica y monstruosa naturaleza. Baldric estaba jugando con fuego, ya que utilizar este truco en mitad de una fiesta no es la mejor manera de mantener la Mascarada.

Los guardias de seguridad salieron todos de la casita del jardín en dirección a la mansión principal. En ese momento Vinny aprovechó para entrar. Frente a él más de media docena de monitores mostraban imágenes de diferentes puntos de la casa y gran cantidad de material informático controlaba los dispositivos de alarma. Se sentó y intentó lo mas rápido posible boicotear de alguna manera la seguridad de la casa, con la idea de hacer más fácil el trabajo. Pese a no ser un experto en informática, Vinny consiguió desconectar los sensores de movimiento, los cables electrificados del muro y borró las grabaciones de esa noche de las cámaras de vigilancia. Antes de que los guardias volvieran, el brujah ya estaba fuera de vuelta a los coches.

Mientras, en la casa, Baldric intentaba hacer creer a los guardias, los demás asistentes y al histérico mayordomo que lo que habían presenciado no era mas que una de las magistrales interpretaciones del gran Baldric Sven, Yihad y Pieterson subieron al piso de arriba en busca de Estrada. Allí se encontraron con Cathy, que se había encargado de uno de los miembros de seguridad de la casa, que les condujo hasta la puerta blindada detrás de la cual debía, en principio, encontrarse el ghoul.

Esperaron frente la puerta blindada, sin cerradura, tan solo un teclado alfanumérico aguardaba en un costado. Cathy sacó el decodificador que había obtenido unos días antes. Lo conectó. Bip, Bip, Bip.. dos minutos más tarde se oía un click. Cathy y Pieterson entraron rápidamente en la estancia, donde se encontraron a Estrada sentado, revisando ciertos papeles. Éste sin pensarlo, los dejó y saltó encima de la mesa cuál gato se tratara.

- ¿Que haceis aquí? - preguntó Estrada.

Pieterson no tardó en responder junto con Cathy, usando sus pistolas con silenciador. Pero no acertaban a dar al esquivo ghoul, que usando los poderes que la sangre bebida le otorgaba, conseguía esquivar una y otra vez las balas de los vástagos. Y entonces pasó. Yihad, harto de esperar, entró en la sala armado con su Heckler & Koch sin silenciar mientras apuntaba directo a la cabeza de Estrada.

En el exterior, Vinny esperaba inquieto el desarrollo de los acontecimientos, preguntándose que demonios hacía él ahí fuera mientras la acción estaba en el interior. De repente sonó un disparo. Pocos segundos después los guardias de Estrada salieron armados hasta los dientes de la casa del jardín. Pero Vinny ya había abierto el maletero del coche y estaba, sonriente, dispuesto a vaciar el cargador de su Uzi…
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