Collison quedó boquiabierto nada más salir de las escaleras que descendían al garaje, o mejor dicho, a lo que anteriormente había sido el garaje de la mansión de Nutty. No es que fuera un ignorante, pero aquel local era mayor que su pequeño apartamento de Whitechapel. Estanterías, algunas llenas de libros y otras aun por rellenar, forraban las paredes de la sede del Club de Park Lane. Mientras Nutty hacia de cicerone, explicándole las excepcionalidades de su biblioteca, Collison no salía de su asombro y admiraba el espectacular mueble bar, la impresionante mesa de madera de caoba, las sillas señoriales, también de madera oscura y tapizadas de terciopelo verde que la rodeaban o la mesa de billar que llenaba el otro extremo de la habitación, cerca de la enorme puerta que daba a la calle del parque. ¡Una mesa de billar!, pensó a medio camino entre la fascinación, la envidia y la indignación. No escuchaba ni una sola palabra de lo que su anfitrión le decía. Seguía maravillado con el lugar. “¿Desea tomar alguna cosa. ¿Un cognac, tal vez?”. Eso si lo escuchó. Se giró de repente, como saliendo de un trance hipnótico, y con la mayor educación con la que fue capaz le pidió a Nutty un whisky. Adoraba el whisky. No es que el cognac no le gustara, de hecho, no lo había probado nunca. No había pasado nunca del brandy barato, pero el whisky le encantaba. Nutty se acercó al mueble bar y sacó dos vasos anchos.

- ¿Hielo? ¿Agua? - preguntó el ingeniero.
- No gracias, solo está bien - contestó Collison, tratando de disimular su acento cockney. Nutty asintió, sirvió las copas y se sentaron en los confortables sillones cuero color crudo.
- Salud, amigo. Esperemos sentados, el Sr. Smithy no creo que tarde en llegar – dijo Nutty sacando su pipa. Acto seguido la encendió y aspiró con fuerza, llenando toda la habitación de lo que para Collison era un repugnante olor a vainilla.

Al poco rato, unos apresurados pasos descendieron por la escalera del garaje. “Discúlpenme, caballeros. Llego tarde... aunque les he traído algo que seguro les parecerá fascinante” dijo un acalorado y congestionado Smithy. El anciano profesor fue directo a la mesa y dejó una bolsa de papel marrón sobre ella. Luego, tras toser ruidosamente, sacó un pañuelo blanco del bolsillo derecho del pantalón y se sonó con estruendo la nariz. Nutty le miraba indignado. Collison, por su parte, atónito.

- Déjenme que les explique lo que me ha sucedido hoy. Esta mañana me he levantado con un horrible resfriado... – dijo Smithy, secándose el sudor con el mismo pañuelo que había usado para limpiarse la nariz.

No hace falta que lo jures, penso Collison alucinado, si bien no interrumpió al viejo, intrigado por lo que éste queria explicarles. Nutty, por su parte, ser revolvió curioso en su asiento y entrecruzó los dedos frente a su barbilla.

- ... y he ido a mi farmacéutico de confianza. Son muchos años yendo a esa farmacia, es un hombre encantador y un gran profesional. Una vez, con tan solo verme entrar por la puerta de su farmacia, supo diagnosticarme un incómodo problema de hemorroides que llevaba atormentándome dos días enteros. Yo nunca había tenido hemorroides. Solo una vez una pequeña fístula que de vez en cuando me daba algún dolor de cabeza. Bueno, no de cabeza exactamente, pero dolor al fin y al cabo... - dijo Smithy, terminando con una risita hacia adentro. Y se dispuso a continuar - Por donde iba... ah, si, ¡el farmacéutico! Entonces he ido a la farmacia, que está relativamente cerca de mi casa, en Redelsdale Street. Antes estaba más cerca del río, en la calle Dilke, pero sufrió una inundación en el año 1907 y decidió mudarse más arriba...
- ¡Smithy! ¡Estás divagando! – interrumpió Nutty, algo impaciente.
- Si, si... tienes razón, Kevin – sonrió éste – lo que iba diciendo... he ido a la farmacia. Después de recetarme una tisana, por lo visto es genial para los catarros entre otras muchas cosas, me ha enseñado una cosa que he pensado que suscitaría vuestro interés y que sería un genial tema de estudio para el Club.

Se hizo el silencio por un momento y Smity descubrió lo que traía en la bolsa de plástico. Metió la mano y sacó una botella. Sin duda contenía vino, pero había algo más. “Eso... ¿eso es un pulpo?”.