El Dungeon de la Abuela
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Edward Flanelly, Farmacéutico

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01062010

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Edward Flanelly, Farmacéutico Empty Edward Flanelly, Farmacéutico




Sería conveniente hacerle una visita a su farmacéutico, Sr. Smithy” dijo Nutty cogiendo la botella de vino con el misterioso octópodo en el interior y devolviéndola a la bolsa de papel, tras examinarla detenidamente al trasluz. Obviamente la pregunta era del todo retórica, puesto que la curiosidad del ingeniero estaba ya a pleno rendimiento. Collison, que había fotografiado la botella y su contenido para tener pruebas de sus descubrimientos, se terminó el whiskey, mientras que el viejo Smithy asentía con la cabeza y desempañaba sus gafas con el pañuelo de seda blanco. Cuando la hubo metido en la bolsa, Nutty se dirigió hacia uno de los muebles que decoraban el antiguo garaje, una especie de cómoda más alta que ancha hecha de madera tallada. La movió con cuidado hacia la izquierda, haciéndola deslizar por el suelo de madera, dejando ver detrás una caja fuerte empotrada en la pared. Tras dejar allí la botella a buen recaudo, los tres pusieron rumbo a la calle, donde el cochero les esperaba.

El grupo puso rumbo al 23 de Redelsdale Street, donde estaba la farmacia. No estaba lejos de Mayfair y no tardaron demasiado en llegar, ya que las calles estaban bastante tranquilas probablemente por ser domingo. Tampoco el clima acompañaba, ya que comenzaba a oscurecer sobre Londres y la temperatura bajaba por momentos. El carro se detuvo delante de un viejo edificio de color blanco con la puerta pintada en verde oscuro. No era particularmente alto, ni tampoco particularmente viejo si lo comparaban con las fincas colindantes. Una ventana dejaba ver el interior. Collison se acercó y, poniendo ambas manos tocando su rostro para evitar el reflejo de la luz exterior, se apoyó en el frío cristal para comprobar que el interior estaba oscuro y aparentemente deshabitado, al menos en ese momento. “Aquí no hay nadie, señores” dijo sin apartar la mirada del mostrador de la farmacia. Una nota colgada en la puerta de entrada confirmaba lo que el fotógrafo había anticipado: “Para cualquier urgencia diríjanse a mi domicilio en el 3 de Ralston Street”, leyó Nutty en voz alta, “Efectivamente, Sr. Collison. ¿Sabe usted donde se encuentra esta dirección?” le preguntó a Smithy. Éste, alzó la mirada y se llevó la mano al mentón, rebuscando en sus enmarañados recuerdos. “Ralston Street… - repitió – creo que está aquí cerca. Si, sin duda, está aquí, a escasas cien yardas si no estoy equivocado. Solía ir a un librero que tenía su tienda en St. Leonards y recuerdo haber pasado por la calle Ralston. Hace años acostumbraba a visitar de vez en cuando a éste amigo mío, que como les he dicho tenía una librería encantadora. Lester Rivett, así se llamaba, tenía una impresionante colección de mariposas disecadas expuestas en la tienda. Era realmente espectacular, ciertamente…” dijo Smithy, comenzando de nuevo a divagar ante la atenta mirada de Collison. A diferencia de Nutty, que ya conocía al viejo profesor, el fotógrafo escuchaba paciente y educadamente cada uno de los devaneos de Smithy.

Esta vez el viejo estaba en lo cierto, y tras un breve aunque desapacible paseo – el viento era cada vez más frío – llegaron al 3 de la calle Ralston. Se trataba de una pequeña casa hecha de ladrillo marrón, con una entrada elevada y una puerta blanca de madera. Tenía una valla metálica de color negro en la entrada, separando la fachada de la calle, con un enorme buzón rojo colgado de ella.

- ¿Como se llama su farmacéutico, Smithy? – preguntó Nutty cuando estuvieron allí parados al pie de las escaleras.
- Flanigan – dijo el profesor tras unos segundos de titubeo – Flanigan, sin lugar a dudas. Es un apellido irlandés, según tengo entendido, si bien creo que es de Londres. Se que tiene familia en el norte, en Liverpool o en Leeds, no estoy seguro, así que es posible que sea de origen irlandés, puesto que como bien saben hubo una gran inmigración en esos lugares años atrás… - cuando Smithy se ponía nervioso hablaba con un fuerte acento de Birmingham, con la boca prácticamente cerrada y mucho más rápido de lo que en el historiador era habitual, haciendo difícil entenderle en ocasiones.

El grupo se decidió por fin, tras la breve discusión a cerca de la onomástica del farmacéutico, a subir los cinco escalones y llamar al timbre. Pasaron unos segundos tras el harmónico sonido de la campanilla antes de que un anciano bajo y delgado, con el pelo blanco y unas frondosas patillas, abriera la puerta. Llevaba una pipa en la mano derecha e iba vestido con un pijama de raso color azul celeste y batín de seda púrpura. “¿En que puedo servirles, señores?", preguntó, mirándoles por encima de las gafas.

- ¿Es usted el señor Flanigan, de la farmacia de la calle Ralston? – preguntó Nutty lo más educadamente posible.
- Flanelly, mi nombre es Flanelly – corrigió éste, remarcando su apellido – Pero efectivamente, soy farmacéutico.
- Discúlpenos por molestarle a estas horas, señor Flanelly – dijo Nutty, quien después de llamar por el nombre correcto a su interlocutor dedicó una mirada a Smithy, quien se encontraba sonriente a su derecha – Mi nombre es Nutty, Kevin Nutty. Éste es el señor Collison – dijo presentando al fotógrafo – y creo que ya conoce al señor Smithy. Querríamos hacerle unas preguntas si no es indiscreción.
- Encantado de conocerle, señor Nutty – dijo tendiéndole la mano educadamente. Señor Collisson, Edward Flanelly para servirle. Señor, Smithy, encantado de volver a verle, ¿Qué tal su catarro? – continuó con el ritual - Precisamente estaba a punto de tomar el té, si lo desean pueden acompañarme. Adelante, pasen, es una tarde poco agradable para estar en la calle – les dijo invitándoles a entrar.
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