El Dungeon de la Abuela
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Una Extraña Pelea en la Universidad

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01062010

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Ajenos a lo que sucedía en el interior del despacho, donde Kevin y Smity estaban reunidos con el profesor Willis, Paul y el agente Simmons hacían guardia frente a la puerta.

Al cabo de un cuarto de hora, vieron como dos hombres vestidos con elegantes trajes oscuros se acercaban por el pasillo, seguidos por un viejecillo que correteaba nervioso tras ellos. Simmons tuvo en ese momento la sensación de que conocía a uno de los dos hombres. Lo había visto antes, sin duda.

Casi de inmediato, recordó que era una de las personas que los habían seguido en el Ford color canela hasta el campus de la Universidad esa misma mañana. Decidido, Simmons se dirigió hacia el hombre, mientras Paul seguía recostado en la pared, y le solicitó la documentación.

La explicación que los hombres de negro y el viejecillo, que resultó ser el Rector de la Universidad, le dieron no dejó satisfecho al agente, quien intentó seguir a los supuestos profesores de Oxford dentro del despacho. Fue en ese momento cuando la discusión dialéctica se agrió, convirtiéndose en un forcejeo entre Simmons y uno de los hombres para ver si conseguían o no cerrar la puerta. Entonces, mientras el agente y uno de los desconocidos estaban agarrándose, cuando el excéntrico Paul propinó un puñetazo al extraño en la cara, rompiéndole la nariz ante el estupor de todos los allí presentes.

Smity sonreía, al tiempo que se sentaba a disfrutar del espectáculo. Nutty, no sabia ya que decir para pedir calma. El Rector gritaba indignado llevándose las manos a la cabeza. El segundo de los hombres sacó una porra, un elemento no muy habitual en un profesor universitario, dispuesto a golpear a Paul en la cabeza. Mientras, al profesor Willis comenzaron a sudarle las manos y, nervioso, comenzaba a mirar la enorme ventana que tenía a su izquierda y que daba al parque central del campus universitario.

Los ánimos parecieron calmarse y el agente Simmons y el desconocido dejaron de forcejear. El profesor Willis se acercó a Kevin, cuchicheándole algo a la oreja, ante la mirada atónita de Smity, quien no daba crédito a ninguna de las escenas que presenciaba en ese preciso momento. Tras oír lo que le decía el doctor, Kevin dijo en voz alta, casi gritando, “No puede ser, ¡lord Anthony ha enloquecido!”.

Simmons continuó durante unos minutos haciendo preguntas a los dos hombres, que siguieron sin soltar prenda. Cansado de las evasivas, Simmons sacó sus esposas y puso cara a la pared al hombre con el que se había peleado, que por cierto continuaba sangrando de la nariz gracias al sorprendente golpe de Paul. “Si no quiere colaborar, me temo que voy a tener que arrestarle”, dijo el policía al tiempo que ponía le ponía las esposas.

En ese momento, el segundo de los asaltantes salió corriendo por la puerta, girando a la derecha y tomando el pasillo dirección a la salida. Ni corto ni perezoso, Smity arrancó torpemente tras de él, viendo como doblaba la esquina a la derecha al final del pasillo. Ese momento de desconcierto fue aprovechado por el doctor Willis para abandonar la habitación por la ventana. Smity perdió el rastro pocos metros después de girar el pasillo, y al ver que el hombre había logrado huir se sentó en el suelo resoplando, se aflojó el lazo de la pajarita y sacó el pañuelo del bolsillo de su chaqueta para secarse el sudor. Cuando recuperó el aliento y no sin cierto esfuerzo, el veterano arqueólogo se puso en pie aun sudoroso y congestionado, y se dirigió a la entrada al despacho del bedel para llamar por teléfono a la central de policía para pedir refuerzos.

Kevin se acercó a Paul diciéndole algo al oído y salió de la sala en busca de Smity, mientras el agente Simmons registraba los bolsillos del detenido. En su registro, Simmons arrebató un arma al hombre, y una identificación que lo acreditaba como inspector de Scotland Yard. Tras comprobar que se trataba de una credencial auténtica, pidió disculpas al hombre mientras le quitaba lo más rápidamente posible las esposas. El inspector solo abrió la boca para reclamar su pistola y su cartera. Después de recuperar sus pertenencias, se limpió la sangre con un pañuelo, se dio media vuelta y abandonó la habitación sin mediar palabra, dejando al Rector protestando por el atropello perpetrado por Simmons y Dempsey.
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